¿Qué bien haré para tener la vida eterna?

¿Qué bien haré para tener la vida eterna?  Mateo 19:16

Un joven corría por las calles llenas de gente, buscando al Maestro.  Tenía algo en mente, una pregunta que le agobiaba.  Por fin lo alcanzó, e hincando la rodilla ante Él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?”  A continuación consideraremos la conversión que se entabló aquel día entre el joven rico y el Maestro bueno, el Señor Jesucristo. Pero antes de seguir, ¿nunca se ha preguntado usted qué tiene que hacer para tener la vida eterna?

Lo primero que queremos notar es la prioridad del joven.  Él vino corriendo a Jesucristo, dando así a entender que reconocía la oportunidad que tenía de hablar con el Maestro. ¿Y usted?  ¿Reconoce que ésta es su oportunidad de ser salvo?  Lo segundo que notamos es que el joven reconoció su necesidad.  Su pregunta sobre lo que tenía que hacer para tener la vida eterna indica que él entendía que no la tenía.  ¿Entiende usted que necesita la vida eterna, sin la cual perecerá para siempre?  En su confesión de su necesidad vemos algo de su honestidad, porque al admitir de que no tenía la salvación evidenció cómo veía él su condición espiritual. ¿Ha sido honesto usted ante Dios acerca de su pecado y su condición espiritual?

Ahora bien, Jesucristo le contesta con una pregunta: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios”.  Esta pregunta es la clave para entender por qué a continuación Jesucristo le cita varios mandamientos.  Al escucharlos, el joven rápidamente revisa su vida y declara su justicia al decir: “todo esto lo he guardado desde mi juventud”.  Se nos hace increíble que uno pudiera revisar toda su vida desde la juventud y proclamar que desde que tenía conocimiento hasta ese momento había llevado una vida intachable. Pero así hizo el joven. Jesucristo le citó los mandamientos al joven para enseñarle su pecaminosidad, “porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).  Sin embargo, en vez de reconocer su pecado, el joven se justificó.

Es impresionante que en ese momento el Señor Jesucristo, mirándole, le amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz” (Marcos 10:21).   Por segunda vez el Señor Jesucristo cariñosamente está intentando hacerle ver su pecado.  Ser rico no es pecado, pero codiciar sí lo es, y también amar el dinero más que a Dios.  Lamentablemente el joven se fue triste y sin la salvación.

Espero que usted no se vaya sin la vida eterna.  Brevemente reiteramos que la vida eterna es el regalo de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 6:23).  Aunque muchos crean que uno tiene que hacer algo para heredar la vida eterna, la Biblia enseña que la salvación no es por obras propias (Efesios 2:8,9), sino por la obra consumada por el Señor Jesucristo en la cruz cuando murió por nuestros pecados (1 Corintios 15:3).  Consumado es por Cristo (Juan 19:30). Solo tiene que creer en Él y tendrá la vida eterna (Juan 3:36).