El Peregrino Perdido

Su devoción

El peregrino se dirigía por las calles congestionadas de personas devotas.  A pesar de su cansancio provocado por los casi 4,000 kilómetros recorridos, el entusiasmo y la emoción lo impulsaban a seguir hacia su meta. Por fin llegó el viajero que varios días antes había salido de su país nativo de Etiopía decidido a llegar al sitio más consagrado de su religión con el fin de adorar a Dios

No se puede dudar de su devoción, pero, como veremos, lo triste es que no era salvo.  Es decir, no tenía perdón de pecados ni lo consiguió a través de su peregrinación.   Imagínese, un hombre tan devoto, tan dispuesto a sacrificarse y hasta peligrar por una religión y ni siquiera tenía el perdón de pecados. Su religión había rechazado a Jesucristo y, en vez de la salvación por la fe en Jesucristo, enseñaba que uno tenía que observar varios ritos.

 

Su decepción

Mientras se dirigía por las calles, los olores de las comidas típicas procedentes de los puestos que las vendían llenarían el aire.  Pronto el peregrino se encontraría con otros que vendían sacrificios: ovejas, palomas, tal vez hasta becerros, que se ofrecían según los rituales de la religión que practicaba.  Por supuesto, se acercaría todo lo posible al templo, donde tal vez apreciaría a los sacerdotes, vestidos con sus vestimentas religiosas mientras entraban y salían del templo para ejercer sus oficios.  Lo más seguro es que el eunuco se hubiera emocionado mucho al ver todo lo que la religión ofrecía en Jerusalén, pero ¿qué habrá pensado?  En un principio ¿habrá pensado: “Esta ha de ser la religión correcta, la que conduce a la salvación”?  O, al ver a tantas personas, ¿habrá pensado: “Tantas personas no pueden estar equivocadas; estoy en lo correcto”?  No sabemos cómo este hombre habrá pasado su visita, pero parece que antes de su regreso a su país el eunuco se compró una copia de la profecía de Isaías.  De todo lo que él pudo haber conseguido durante su estancia, lo más valioso era un libro de la Biblia, la profecía de Isaías.

Ahora, con la profecía de Isaías en mano, el eunuco emprende su largo viaje a casa.  ¿Cómo se habrá sentido el eunuco?  Había ido para adorar, para tener una experiencia con Dios, pero creo que regresaba decepcionado.  ¿Por qué?  Porque regresaba tal como había ido: sin la salvación, sin el perdón de pecados, y sin paz con Dios.  Sí, solo tuvo una experiencia religiosa sin conocer al Salvador, el Señor Jesucristo. ¿Qué tiene usted, mi estimado lector?  ¿Tiene una religión o conoce a Jesucristo?

 

Su descubrimiento

De regreso, el peregrino leía en voz alta estas palabras de la Biblia: “Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca…” cuando de repente el evangelista Felipe, enviado por Dios, se le acercó. Dios buscaba al eunuco y el eunuco buscaba a Dios.  ¿Está usted buscando a Dios?  Dios lo está buscando a usted.  Si el eunuco hubiera leído desde el principio de la profecía de Isaías, entonces ya hubiera leído: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”, y habría entendido que Dios busca al pecador para resolver el problema de su pecado.

 

Su deleite

Ahora bien, al peregrino le surge una pregunta en cuanto a la persona que sufría en Isaías 53: ¿hablaba el profeta de sí mismo o de otra persona?  Para contestar la pregunta Felipe empieza a anunciarle el evangelio de Jesús (Hechos 8:35).  Fíjese que Felipe no mencionó una religión, ni le recitó unos pasos para ser salvo, no le platicó de ritos ni de sacramentos sino solo le habló de Jesucristo. Felipe le explicó que cuando el profeta Isaías dijo: “él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo  de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5)”, hablaba de lo que el Señor Jesucristo iba a sufrir en la cruz por nuestros pecados.  El predicador le habrá explicado que fue el plan de Dios sujetar al Señor Jesucristo a padecimiento para llevar los pecados de los pecadores, para que los pecadores pudieran creer en Jesucristo para tener la salvación.  Imagínese cómo el corazón del eunuco se habrá llenado de paz, alegría, y contentamiento al darse cuenta de todo lo que el Señor Jesucristo había sufrido por él, un pobre peregrino perdido.  Para el eunuco sería un día inolvidable, el día en el cual conoció a Jesucristo como su Salvador.  Con razón la Biblia enseña que el eunuco quiso confesarlo públicamente en el bautismo y luego siguió su camino gozoso.

Ahora, mi estimado lector, ¿qué de usted?  ¿Se encuentra como el peregrino perdido, decepcionado de la religión?  ¿Vacío?  ¿Se ha sacrificado mucho, sin obtener la paz que busca?  Solo Jesucristo puede satisfacer su corazón y salvarlo del pecado.

Por Jasón Wahls